La independencia de México fue la consecuencia de un proceso político y social resuelto con las armas, que puso fin al dominio español en la mayor parte de los territorios de Nueva España y dio inicio al Primer Imperio Mexicano. La pérdida de esta posesión tuvo una importancia decisiva para la monarquía ya que los ingresos mexicanos representaban el noventa por ciento del total de los caudales americanos al final del periodo colonial.2 La guerra por la independencia mexicana inició el 16 de septiembre de 1810, hasta la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821.
El movimiento independentista mexicano tiene como marco la Ilustración y las revoluciones liberales de la última parte del siglo XVIII. Por esa época la élite ilustrada comenzaba a reflexionar acerca de las relaciones entre la España peninsular y el resto del imperio. Los cambios en la estructura social y política derivados de las reformas borbónicas, a los que se sumó una profunda crisis económica en Nueva España, también generaron un malestar entre algunos segmentos de la población.
La ocupación francesa de la metrópoli en 1808 desencadenó en Nueva España una crisis política que desembocó en el movimiento armado. En ese año, el rey Carlos IV y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de Napoleón Bonaparte, que dejó la corona de España a su hermano José Bonaparte. Como respuesta, el ayuntamiento de México —con apoyo del virrey José de Iturrigaray— reclamó la soberanía en ausencia del rey legítimo; la reacción condujo a un golpe de Estado contra el virrey y llevó a la cárcel a los cabecillas del movimiento.
A pesar de la derrota de los criollos en Ciudad de México en 1808, en otras ciudades de Nueva España se reunieron pequeños grupos de conjurados que pretendieron seguir los pasos del ayuntamiento de México. Tal fue el caso de la conjura de Valladolid, descubierta en 1809 y cuyos participantes fueron puestos en prisión. En 1810, los conspiradores de Querétaro estuvieron a punto de correr la misma suerte pero, al verse descubiertos, optaron por tomar las armas el 16 de septiembre en compañía de los habitantes indígenas y campesinos del pueblo de Dolores (Guanajuato), convocados por el cura Miguel Hidalgo y Costilla.
A partir de 1810, el movimiento independentista pasó por varias etapas, pues los sucesivos líderes fueron puestos en prisión o ejecutados por las fuerzas leales a España. Al principio se reivindicaba la soberanía de Fernando VII sobre España y sus colonias, pero los líderes asumieron después posturas más radicales, incluyendo cuestiones de orden social como la abolición de la esclavitud. José María Morelos y Pavón convocó a las provincias independentistas a conformar el Congreso de Anáhuac, que dotó al movimiento insurgente de un marco legal propio. Tras la derrota de Morelos, el movimiento se redujo a una guerra de guerrillas. Hacia 1820, solo quedaban algunos núcleos rebeldes, sobre todo en la sierra Madre del Sur y en Veracruz.
La rehabilitación a partir del pronunciamiento de Riego de la Constitución de Cádiz, de carácter liberal, en 1820 alentó el cambio de postura de las élites novohispanas, que hasta ahí habían respaldado el dominio español. Al ver afectados sus intereses, los criollos monarquistas decidieron apoyar la independencia de Nueva España, para lo cual buscaron aliarse con la resistencia insurgente. Agustín de Iturbide dirigió el brazo militar de los conspiradores, y a principios de 1821 pudo encontrarse con Vicente Guerrero. Ambos proclamaron el Plan de Iguala, que convocó a la unión de todas las facciones insurgentes y contó con el apoyo de la aristocracia y el clero de Nueva España. Finalmente, la independencia de México se consumó el 27 de septiembre de 1821.
Tras esto, Nueva España se convirtió en el Imperio Mexicano, una efímera monarquía católica que dio paso a una república federal en 1823, entre conflictos internos y la separación de América Central.
Después de algunos intentos de reconquista, incluyendo la expedición de Isidro Barradas en 1829, España reconoció la independencia de México en 1836, tras el fallecimiento del monarca Fernando VII.
500 años de la caída de Tenochtitlán, entre la conmemoración y la polémica
A punto de cumplirse cinco siglos de la caída de Tenochtitlán, contrastes y "distorsiones históricas" marcan las perspectivas de México y España en torno a lo que fue "una conquista, una invasión"
El 13 de agosto de 1521 la imponente capital mexica, enclavada en un lago y que dos años atrás deslumbró a Hernán Cortés y sus huestes cuando arribaban desde el valle de México, fue sitiada y tomada "brutalmente". No solo por el ejército ibérico y los tlaxcaltecas, sino por un contingente militar de distintos grupos étnicos que vio la oportunidad de derrocar al "régimen de terror" que les había sometido por largo tiempo.
"A su paso por Veracruz, Cortés se entera de su inconformidad y la aprovecha contra el yugo mexica. Se establece una alianza. Entran el 2 de octubre de 1519 por la zona de los volcanes, desde donde miran maravillados la majestuosa ciudad lacustre y palaciega, una de las más grandes del mundo, más que París y Venecia; muy organizada y urbanizada", narra Raúl Barrera, coordinador del Programa de Arqueología Urbana del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH).
En esta toma liderada por los españoles, son derrotados el imperio mexica y sus vecinos los tlatelolcas, en lo que el francés Patrick Johansson, uno de los más destacados especialistas en náhuatl (la lengua mexica) y en culturas prehispánicas, califica de "invasión, pese a que se diga lo contrario".
"Las fuentes mexicas hablan de una entrada violenta, una conquista brutal", dice el historiador e investigador nacionalizado mexicano. "España tenía una tendencia a la lanza, como otros europeos que hicieron viajes de exploración. Cortés sabía lo que hallaría, ya entonces se sabía de ciudades en estos lares y de su oro, pero también perseguía su propio sueño."
Antonio Espino López, experto en Historia Militar y catedrático en Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), ha descrito en sus libros Vencer o morir. Una historia militar de la conquista de México o La conquista de América. Una revisión crítica, "los crímenes atroces" para doblegar a los nativos de América, como torturas, masacres, amputaciones, violaciones y asesinatos.
"Fue una invasión en México, con mecanismos diplomáticos con diversas etnias, que estableció un orden económico-político. Fue la destrucción de algo a partir de diferentes ideologías mexicanas e hispanas. Después de ello, Cortés construye el virreinato de la Nueva España y, antes de construir, destruye mediante un imperativo militar".
Sin embargo, el mexicano-alemán Alberto Pérez-Amador Adam, especialista en cultura virreinal y profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de México, aclara que lo sucedido "no fue una conquista española, sino una guerra independentista de pueblos sojuzgados, como Mixquic, Azcapotzalco, Xochimilco y otros", de entre los cerca de 400 pueblos esclavizados por los mexicas.
"Los cronistas hablan de conquista, ya que en el siglo XVI no existía el concepto de guerra de independencia, el cual se construyó mucho después. El término conquista se toma de modelos historiográficos de la literatura latina", detalla el especialista, quien obtuvo su Habilitación para dirigir una cátedra universitaria en la Universidad Humboldt de Berlín. "Dejar de pagar tributos humanos (sacrificios) fue la razón por la que diversos reinos se unieron a Cortés contra los mexicas, y escapar de su régimen de terror".
Una historia tergiversada y romántica
Se dice que la historia la escriben los vencedores, mas también se reescribe con el tiempo y bajo criterios ideológicos. Más de una vez, Eduardo Matos Moctezuma, el arqueólogo más reputado de México, ha dicho que los anales de esta conquista están llenos de mitos:
Ni la Malinche -mujer políglota, regalada a Cortés y madre de su hijo- ni los tlaxcaltecas fueron traidores, intentaban liberar a sus pueblos del sometimiento mexica. El conquistador extremeño jamás quemó sus naves, las encayó y envaró; nunca lloró su derrota al pie de un árbol en la "noche triste". Y si Moctezuma, el emperador azteca que lo recibió en Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519, creyó al inicio que los europeos eran dioses, pronto supo la verdad.
Para el escritor e investigador cordobés Antonio Espino López, entre amplios sectores de la población de España prevalece "una historia de terciopelo" sobre la conquista de México. Se minimiza el conflicto, se considera una respuesta a ataques de indígenas al ejército ibérico y "todo intento de objetividad o crítica se considera un ataque a la sociedad española."
Esta visión, "de la que la sociedad no es consciente, está permeada por la ideología franquista", argumenta. "Fue un caldo de cultivo inoculado con Franco, vigente en la derecha española, por defender y enaltecer las glorias del pasado español. No defiendo la postura indígena, pero sí reconozco la devastación."
Incluso la visión de los vencidos se distorsionó al traducirse del náhuatl al español antiguo, según se ve en algunos textos supervivientes a la destrucción sistematizada, cuyo contenido se revisó, enmendó y corrigió. Aunque pocos, quedan documentos auténticos, dispersos por el mundo.
La tergiversación histórica también se debe a que los códices (textos pictográficos), creados a partir el siglo XVI bajo instrucción española, poseen una perspectiva eurocentrista, plantea Patrick Johansson, profesor de Lengua y Literatura Náhuatl en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Conmemoración: 1521, 1821 ¿y 1321?
En marzo de 2019, justo en el año de cumplirse 500 años del encuentro entre el conquistador español y el Huey Tlatoani (gran señor de los mexicas), el presidente Andrés Manuel López Obrador envió una polémica misiva al Rey de España, Felipe VI, y al Papa Francisco exigiendo disculpas por la conquista de México, "hecha con la espada y la cruz".
La acción levantó ámpulas en ambos lados del Atlántico: propició la indignación española y exacerbó la ya marcada división política mexicana en voz de intelectuales, políticos, figuras públicas y la sociedad misma; a favor y en contra.
En 2020, el mandatario anunció, con bombo y platillo, una serie de actividades para recordar tres grandes efemérides de 2021: "700 años de la fundación lunar de México-Tenochtitlán, 500 años de su toma y 200 años de la Consumación de la Independencia".
El primero de estos aniversarios es inexacto. Autoridades en la materia señalaron que, según fuentes históricas, el asentamiento de las tribus migrantes de Aztlán (aztecas, luego mexicas) que originó Tenochtitlán se dio en 1325, no en 1321, fecha calificada de "manipulación" para empatar todo en 2021.
Lejos de controversia, este año varias instancias mexicanas ofrecen una programación cultural y académica relacionada con la derrota mexica. La UNAM inició en abril pasado México 500, programa con 250 actividades, como mesas de debate, seminarios, coloquios y talleres, convocatorias, exposiciones y artes escénicas.
Written by The Millennial TV